viernes, 5 de febrero de 2010

Cerraduras que abren la mente

Hola mis queridos lectores, Luann ha vuelto. Voy a hablar de una cosa curiosa que me ha pasado hoy y que, curiosamente, me ha dado que pensar.
Situémonos en las dos y cuarto de la tarde. Todos se van y tú tienes inglés (ves como todos se van y se oye de fondo "ya es viernes!!...). Tras esos momentos de verde y efímera envidia viene el profesor de inglés y la clase extra de tu horario transcurre con normalidad. Una vez terminada, te vas a casa con una amiga acompañándote por el camino compartiendo con ella un rato ameno. Pero cuando ella ya se ha ido a su casa y recorres parte del camino sola, empiezas a pensar en lo que verdad te ronde por la cabeza (no si voy a quedar o no...) a la vez que las zarpas del hambre te van arañando más profundamente el estómago. Llegas al último semáforo que cruzas antes de llegar (que voy a comer hoy?), ves a lo lejos el portal (cocido tal vez? carne?), entras en la urbanización (joder qué hambre) y... te encuentras a tu padre hablando por el móbil y no ha subido a casa, ¿qué seraaá, seraaá...?
Catástrofe. Maldición. Bueno, no es lo peor del mundo, pero a las cuatro de la tarde teniendo en el cuerpo sólamente el desayuno de las siete de la mañana, os digo yo que eso sabe a castigo de dioses. Resulta que mi querido hermano (sin sarcasmo; le quiero mucho) se dejó las llaves puestas por la parte que da al interior de la casa. Subimos a casa e intentamos forzar la puerta; nos encontramos también con mi madre. Cuando hay hambre la desesperación es ley de vida así que yo también intervine en el forcejeo de la puerta; me sentía útil, mi padre se estaba levantando la piel de los dedos y coger uno de los dos clips que utilizo para recoger las fotocopias de Lengua (las benditas fotocopias de Lengua), deshacerlo e intentar meterlo por la cerradura por si pasaba algo era lo menos que podía hacer.
Las cuatro y veinte. A esas horas nos habíamos cobrado la vida de la tarjeta del vidoclub, un clip y un separador de hojas de archivador (guardemos unos minutos de silencio por todos ellos; excepto por el separador (era el de mates jeje)). Y tenía la sensación de que mi estómago lo pagaría con mi vida si no entrábamos YA. Cuatro y media. Mi madre se fue a buscar algún cerrajero ya que estábamos desesperados. Me quedé con mi padre y como el seguía en sus trece de rematar la pobre tarje del videoclub (pobrecilla) me senté en el suelo y cerré los ojos, como si esto hiciera que el hambre se calmara. Para todos aquellos que hayan sido afortunados lectores de la maravillosa novela (gracias Monster jeje) "Las asombrosas aventuras de Kavalier & Clay" os puedo decir que me sentía como el joven Joe Kavalier en una de sus clases con su profesor Bernard Kornblum.
Mi padre me llamó; un único esfuerzo, me dijo. Acepté e hice lo que me pidió, no sin desgana (yo ya estaba en stand by...). Tiré de la puerta mientras el volvía a pasar la tarjeta (me daba pena...) por el lomo de la puerta. Las cinco y cinco. Hora de la alegría. La puerta se abrió. Eso tenía un montón de significados: comer, descansar, ponerse cómoda de una vez por todas, echarle la bronca a mi hermano (jajaja)... Pero me puse a pensar en una cosa. Esa sensación de desesperación, de poder alcanzar la comida pero no llegar a ella por tener obstáculos... Ya sé que está muy sonado el tema de Haití pero no le faltan razones para hacerlo. No se por qué número multiplicar este momento para que me de otro igual al que se pasa en este país. Por eso quería contaros esto, porque curiosamente me sorprendió.
Por favor, no me toméis por una niña inocente que piensa que hay que compartir en el mundo porque se ha sentido bien dejándole a su amiga su muñeca para que jugara. Pero una cosa es cierta, las cosas pequeñas cuentan mucho, hacedme caso. Puede que no tengan trascendencia en nuestra vida pero en muchas ocasiones estas se cargan de significado profundo, para encontrarlo hace falta querer hacerlo. Si no, pensad en que es lo que pasa cuando un copito de nieve empieza a rodar por una cuesta ( se va haciendo más grande con la nieve que va juntando poco a poco. Lo mismo deberíamos hacer con las cosas pequeñas para aumentar nuestro lado humano.)
Espero que hayáis disfrutado de esta lectura que os he prporcionado.
Hasta otra distinguidos lectores.

Luann